Nuestro Txarli, ¿escondía su pasotismo una cruel sordera?

He recibido cierta información inquietante, desde luego confidencial porque yo guardo muy bien mis fuentes. Muchas veces nos hemos preguntado cómo llegó a alcanzar nuestro Venerable ese saber estar tan ajeno al mundo, ese "que os jodan a todos", ese dar  la espalda a esas miríadas de curiosos, especialmente domingueros, que iban a tocarle los cojones regularmente. Pues bien, el misterio parece estar a punto de resolverse. Algunos llegamos a pensar que se fundamentaba en el puro hastío de Txarli ante la poca imaginación de los curiosos que repetían hasta la saciedad las mismas palabras "al monito tan gracioso" o que le tiraban cacahuetes -mayormente revenidos- comprados en el kiosko de Antoniutti. Otros, sin embargo, pensaban que sus moniles genes estaban preparados para aislarlo de todo trato con la sociedad humana, algo así como un mono zen en medio de la Taconera. Tristemente, debo informar que poseo información digna de credibilidad -no puede revelar mis fuentes- que apunta a que nuestro Venerable podía padecer cierta disminución de su capacidad auditiva. ¿El motivo? Unos grandísimos hijos de puta desalmados que le arrojaron unos tremendos petardos comprados en Bayona, en Iparralde (y hasta ahí puedo leer). En concreto, fue el propio Txarli quien sostuvo en su mano el petardo cruel que esos cabrones dejaron en su mano... hasta que explotó, dejando atontado a nuestro ínclito amiguito. Desde entonces, ya no fue el mismo. Sufrió a fi n de cuentas de una cruel sordera, a la manera de los grandes genios, como Beethoven o el Sordo y el Flaco. Permanecía como un autista en su silencio. Pero no era pasotismo, es que el Venerable estaba más sordo que una tapia. Perdió capacidad auditiva, sí, pero no visual porque días después al ser visitado de nuevo por esos grandísimos hijos de puta, montó en cólera -tremendos chillidos de mala hostia pegaba- al ver sus jetas u oler sus culos, quién sabe. Así, el misterio del pasotismo de Txarli, ha quedado resuelto. Claro que tratándose de nuestro Venerable.... ¿no se escudaría en esa posible sordera para efectivamente mandar a tomar por el culo a todo el mundo?

Querido Txarli.-


No sé cómo empezar esta carta. Tanto tiempo sin ti... tantos recuerdos... Aun a riesgo de caer en el tópico supongo que debo comenzar por decirte que por aquí la Vida sigue igual. Tu querida ciudad, que tan ingrata ha sido contigo, permanece  mojigata, aburrida, provinciana. Pero qué te voy a contar a ti, que sufriste la incomprensión de tus conciudadanos. Ni una estatua en tu honor, ni una mísera plaquita en la Taconera reconociendo tu labor, tu saber hacer, tu actitud vital. Porque al final se trata de eso, de la actitud que nos demostraste tener ante la Vida, ante el encierro en esa jaula maldita como metáfora de una ciudad que no dejaba ni deja respirar. Todavía tenemos tantas cosas que aprender de tu legado. Nunca se acaba tu ejemplo, tu forma de contemplar el mundo. Porque tú sufriste duras críticas: unos te odiaban porque robabas sus gafas de un tirón traicionero, a otros les tirabas del pelo con muy mala leche aunque las más de las veces pasabas de los curiosos, esos gilipollas al otro lado de los hierros. Sólo actuabas cuando te tocaban los cojones, y con razón, querido Txarli. Y claro, luego está el tema de las pajillas, siempre meneándotela a la vista de niños y grandes para escándalo de los biempensantes de esta ciudad. En fin, todos sabemos que hay puntos oscuros en tu Vida, por ejemplo, en el misterio de tu desaparición repentina. Bueno Txarli, me estoy emocionando... En definitiva nos gustaría que estas humildes líneas sirvieran para que sepas que algunos de nosotros  no te olvidamos... estés donde estés, amigo Txarli. 

Tu heterodoxia libertaria guía nuestros pasos.











El Venerable y la música.

A nadie se le escapa que nuestro Venerable vivió tiempos difíciles. Recién acabada la transición, los ochenta empezaron a caminar a trancas y barrancas entre inestabilidades políticas, botes de humo y libertades que se iban estrenando poco a poco. Y claro, el Arte siempre ha seguido a los tiempos. La música también cambió y si pocos años antes en Londres tenían sus iconos, aquí Txarli se iba constituyendo en todo un referente por su actitud provocadora y macarra. La pérfida Albión tenía a Johnny Rotten, nosotros teníamos a Txarli. Johnny tocaba los cojones al establishment, Txarli era el contrapunto libertario a una Pamplona casposilla y conservadora. Así que no estaría de más asegurar que el Venerable era el auténtico icono -consciente o inconscientemente- de toda una generación que empezaba a tomar la calle, los teatros, los escenarios... Llegamos aquí al punto de tener que reconocer a nuestro Txarli como ese arquetipo rockero al que todos admiramos: heterodoxo, ácrata, con actitud.


Txarli, rock and roll attitude.